
Habían pasado más de 10 años, y volvías a dedicarme las mismas palabras… sólo que esta vez, si te conocía…
El primer día que te vi, al principio no te presté mucha atención…, pero cuando viniste a hablar conmigo y me entregaste la media cuartilla con la que se trataba de reclutar nuevos actores para el grupo, sonreíste y me miraste fijamente a los ojos… y entonces supe que estaba perdido….
Aquella noche me costó conciliar el sueño… No sabía tu nombre, no sabía quien eras, no sabía nada de ti… únicamente dejaste una rastro que seguir… Aun conservo aquella cuartilla…
Los 4 días que precedían a la reunión del grupo se me hicieron eternos…
Ensayé tantas veces qué decirte… como sonreírte, como mirarte… Cuando dio comienzo la reunión, la oscuridad se adueñó de la sala, quedando únicamente iluminado el escenario., donde se personó un chico joven, delgado, con el pelo acaracolado, que se presentó como el director del grupo y comenzó a hablar del funcionamiento del mismo… pero no estaba atento a lo que decía… lo único que quería era volver a verte… volver a perderme en esos ojos…
No te localicé en la sala, pensé que quizá no pertenecieses al grupo, que sólo fueses la amiga de alguna de las personas que compartían esa sala conmigo…
Entonces alguien abrió la puerta y entró en la sala tan rápidamente que no pude ver quien era… y te sentaste a mi lado…
El corazón me dio un vuelco cuando noté tu presencia en la silla contigua a la mía…
No pude evitar mirarte fijamente en la oscuridad… tu te giraste y pronunciaste esas mismas palabras... “¿Nos conocemos?”